24 agosto 2011



Pequeña
masa pura
de espinas estrelladas,
cactus de las arenas,
enemigo,
el poeta
saluda
tu salud erizada:
en inviernote he visto:
la bruma carcomiendo
el roquerio,
los truenos
del oleaje
caian
contra Chile,
la sal tumbando estatuas,
el espacio
ocupado
por las arrolladoras
plumas de la tormenta,
y tú,
pequeño
héroe
erizado, tranquilo
entre dos piedras,
inmóvil,
sin ojos y sin hojas,
sin nidos y sin nervios,
duro, con tus raices
minerales
como argollas terrestres
metidas
en el hierro del planeta,
y encima
una cabeza,
una minúscula cabeza
inmóvil,
firme, pura,
sola en la trepidante
oceania,
en el huracanado territorio.
Más tarde agosto llega,
la primavera duerme
confundida en el frio
del hemisferio negro,
todo en la costa tiene
sabor negro,
las olas
se repiten
como pianos,
el cielo
es una nave
derribada, enlutada,
el mundo es un naufragio,
y entonceste escogió la primavera
para volver
a verla luz sobre la tierra
y asoman
dos gotas de tus espinas
solitarias,
y nace
alli
entre piedras, entre tus alfileres,
nace
de nuevo
la marina
primavera,
la celeste y terrestre
primavera.
Alli, de todo
lo que existe, fragante,
aéreo, consumado,
lo que tiembla en las
hojas
del limonero o entre
los aromas dormidos
de la imperial magnolia,
de todo lo que espera
su llegada,
tù, cactus de las arenas,
pequeño bruto inmóvil,
solitario,
tú fuiste el elegido
y pronto
antes de que otra flor te
desafiara
los botones
de sangre
de tus sagrados dedos
se hicieron flor rosada,
pétalos milagrosos.
Asi es la história,
y ésta
es la moral
de mi poema:
donde
estés, donde vivas,
en la ultima
soledad de este mundo,
en el azote
de la furia terrestre,
en el rincónde las humillaciones,
hermano,
hermana,
espera,
trabaja
firme
con tu pequeno ser y tus
raices.
Un dia
para ti
para todos,
saldrá
desde tu corazón un rayo
rojo,
florecerás también una
mañana:
no te ha olvidado,
no,
la primavera:
yo te lo digo,
yo te lo aseguro,
porque el cactus terrible,
el erizado
hijo de las arenas,
conversando
conmigo
me encargó este mensaje
para tu corazón desconsolado.
Y ahora
te lo digo
y me lo digo:
hermano, hermana,
espera,
estoy seguro:
No nos olvidará la primavera.

Pablo Neruda

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